domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo tres:

George salió al jardín después de desayunar, volvió a colocarse en la misma postura que antes; manos sobre la nuca y mirada al cielo.
Se estiró.
Yo le observaba desde la puerta, en silencio, esperando a que el lo rompiera.
Se sentó en uno de los columpios, sus piernas se doblaban hasta tocar el suelo, era demasiado alto para ellos.  Incluso yo lo era.
Caminé arrastrando los pies por el suelo y levantando alguna que otra hoja, hasta que llegué a su lado y me senté en el columpio de su izquierda.
Se me quedó mirando, al igual que yo a el.
Su presencia era extraña, y al principio me inquietaba, pero enseguida me acostumbré a el. Ahora incluso me agrada.
Empezé a balancearme en el columpio, de lado a lado. Dándole pequeños golpecitos al suyo.
Parecía que no hacía falta decir nada.
El sol era muy devil, pero aún así iluminaba bastante, y se retorcia haciendo juegos con las sombras. Había muchos colores en aquel diminuto paisaje, nunca me había fijado demasiado, hasta ahora.
El cielo tenia un cierto color anaranjado, pero seguía siendo azul. Las nubes formaban mil dibujos que se desvanecerian con el primer soplo de viento para formar otros distintos. El cesped era oscuro, nada del otro mundo, pero aún así me llamaba la atención, los troncos de los árboles tenian muchas tonalidades; desde el rojizo hasta el marrón arenoso,  sus ramas se retorcían las unas sobre las otras, hasta perderlas... Podía describir ese paisaje como si fuese la primera vez que lo veía con mis ojos. Como si fuese aquella niña pequeña que jugaba en estos mismos columpios, a la que le hacía ilusión un simple caramelo, o ver una mariposa en otoño realizando uno de sus últimos vuelos.
Había perdido muchos de los sueños que tenía cuando solo era una niña.
Y hoy no me importaba, por que tenía muchos otros nuevos he igual de bonitos que aquellos.
Le miré concentrándome en sus ojos.
Y el me miró amí.
Nos quedamos así un buen rato. Callados, sin necesidad de decir nada. Podíamos leernos los ojos, o cada gesto que hacíamos.
Una simple media sonrisa era como ver el vuelo de la mariposa en otoño; Una de las últimas veces que lo vas a ver. Que se puede evaporar en cualquier momento, por que es muy fragil, y sabiendo que si desaparece lo hecharás en falta.
Y sabía que ese otoño se estaba acercando.
Después de todo, el hacía lo que hacía, y no podía cambiarlo, de eso estaba segura.
Al igual que el.
Tenía una mirada triste.
 Al igual que yo.
Odié haber pensado en eso.
Miré al suelo, intentando evitar que al final tuviésemos que hablar, pero no lo evité.
- ¿Qué te pasa?
- Nada -contesté- Intenté forzar una sonrisa, y lo conseguí.
Me la devolvió.
En ese momento, me dió igual lo que pasase en un futuro. Aunque ese futuro estubiese demasiado cerca.
Dentro de la casa empezó a sonar una canción;
<< There is no one else... >>
Era triste.
El levantó la cabeza, en direción a la música, luego la volvió ha bajar, y se empezó a valancear a su ritmo.
y al cabo de un rato, empezó a tararearla.
Imité su posición, he hice lo mismo.
Extendió una mano en mi dirección y agarró una de las cadenas de mi columpio, haciendo que estubiésemos mas cerca.
Hacíamos el mismo movimiento una y otra vez.
Hizo fuerza con el brazo y nos dejó pegados.
Me miraba con una expresión triste, y su mirada se perdía en el bosque de vez en cuando.
Le sonreí, e hice fuerza con mi brazo para juntarnos más. Nos giramos para estar el uno enfrente del otro.
Y entonces soltó una risa leve, de felicidad, pero su mirada indicaba dolor.
Yo tampoco quería que llegase ese otoño.

1 comentario:

  1. :) Me gustaría saber que pasará. La historia parece interesante :D ¿Es que ya no subes más capítulos? :l Yo también escribo :)

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